Yo soportaba mi tiempo en titilantes destellos,
fugaces ondulaciones entre el miedo y la amargura.
Mis horas prometedoras se empañaban de nostalgia
y aun mis días más soleados traían sombras matutinas.
Y me abordó tu esencia cual sutil enredadera
y se incorporó a mi viaje la calidez de tus manos.
Los tonos de tu sonrisa liberaron mis quimeras
y se tiñeron de rojo mis frutos y mis pasiones.
Contigo traías la fuerza, el color, las armonías;
la capacidad admirable de desatar mis virtudes.
A tu paso incandescente no perduraron las sombras
y se esfumaron de golpe los vestigios del frío invierno.
Llegaste cual luz etérea en tierra prometedora,
me encandilaste en tu albor y palpité en tus latidos.
Me diste el fuego, el madero, la brisa y el cielo seco,
y yo estoy ardiendo en deseo por consumirme en tus brazos.
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