Cada mañana te recuerdo
blanca, radiante
y llegas a mí.
Te atrapo
y mis manos son albergue
de tu polen desnudo.
No hay mayor incentivo
para aceptar otro día
que tu voz
que tus latidos
y el calor de tu recuerdo
al navegar en el río
de una vida sin más sentido
que tu sentido.
Y te haces ilusión
al llegar cada mañana.
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