Dichoso aquel que un día
pudo besar tus labios,
robándole la miel
al centro de tu alma,
arrancándole un suspiro
al blanco de tu ser.
Más desdichado de mí,
que no alcancé a tocar
la tierra que pisaste,
que no alcance a surcar
el cielo que volaste
y no alcancé a sentir
en tu voz amor sincero.
Más aun así me atreví
a soñarte entre mis brazos,
en una noche de esas
de luna y cielo abierto;
cantando estas naciones
que en tus labios se hacen fuego,
contando esas historias
que en tu voz saben a gloria
y dibujando en el viento
lo que nos diga el momento.
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